Hace muchos años, en la apacible vereda La Esterlina, en el municipio de San Vicente de Chucurí, vivía un humilde campesino llamado Manuel Torres. Este hombre sencillo y trabajador llevaba una vida tranquila en su pequeño caserío, rodeado de la belleza natural de la región.
Un día, la calma de La Esterlina se vio alterada por la presencia de una criatura misteriosa, un ser que los lugareños comparaban con el legendario “Hombre de las nieves”. Sin embargo, este monstruo se diferenciaba por tener la forma de un gorila cubierto de vello, con una particularidad que lo hacía único: en su pecho, llevaba una enorme teta que colgaba llamativamente. Los habitantes de la zona lo bautizaron como “La Máncara seductora”.
La leyenda cuenta que esta criatura, mitad humana y mitad bestia, tenía el poder de seducir a los hombres lanzando chorros de leche sobre ellos. Quienes caían bajo el influjo de su leche seductora se veían obligados a acompañar a La Máncara en una vida conyugal, y algunos incluso tenían descendencia con esta extraña entidad.
Un valiente hombre, víctima de la leche seductora, logró ingeniosamente comunicarse con el exterior. Aprovechando los momentos en que La Mancara se ausentaba para buscar alimento, escribía mensajes desesperados en hojas de plantas y los lanzaba al río, esperando ser rescatado por sus conocidos.
Manuel Torres, mientras recorría el río en una de sus expediciones diarias, descubrió las letras reconocibles de su amigo desaparecido en hojas secas. Alertó a los demás habitantes y formaron una comisión para rescatar al hombre seducido por La Máncara.
Con valentía y astucia, la comisión remontó el río en canoa hasta llegar a la cumbre inaccesible donde La Mancara tenía su morada. Mientras la bestia estaba ausente, lograron rescatar al hombre seducido y a su hijo gorilita.
La Mancara, al descubrir la fuga de su amante, lanzó un aterrador alarido y amenazó con arrojarlos al precipicio. Finalmente, optó por lanzarlos al río, pero fueron rescatados a tiempo.
Aunque la comisión logró rescatar al hombre, la leyenda no termina ahí. La Mancara, consciente de que ahora los hombres estaban avisados, desarrolló poderes sobrenaturales para atraerlos. Cambió la orientación de sus pies, de modo que sus huellas confundían a quienes huían, llevándolos directamente hacia su mortífero chorro de leche.
Manuel Torres, armado con una escopeta, se encontró con La Máncara un día mientras cazaba. La bestia se quejaba amargamente por la pérdida de su amante. Aunque lleno de escrúpulos, Manuel apuntó y disparó, poniendo fin a la pesadilla de La Máncara seductora.
Lleno de remordimientos, Manuel decidió no volver a cargar una escopeta, pero su valentía y decisión habían liberado a la vereda La Esterlina de la amenaza de La Máncara seductora. La historia se difundió entre los habitantes del municipio de San Vicente de Chucurí, quienes, en honor al valiente Manuel Torres, decidieron colgar sus armas y preservar la paz en la región.