“Uno en el monte anda con miedo porque no se sabe en qué momento va a morir, puede caer una bomba, un operativo, uno no sabe”. Así narra Jefferson , un joven de 20 años, el recuerdo que le trae haber pertenecido a las filas del Ejército de Liberación Nacional (ELN), grupo en el que fue reclutado siendo tan solo un niño, y del que se desmovilizó en el 2014.

Hoy, convive junto a otros 20 excombatientes que hacían parte de esa misma guerrilla y de otros grupos como las Farc y células paramilitares, en una granja ubicada en inmediaciones del municipio de San Vicente de Chucurí, en Santander, aprendiendo sobre las técnicas del cultivo y comercialización del cacao.

Lo anterior es posible en el marco de un proyecto desarrollado por la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), la Federación Nacional de Cacaoteros (Fedecacao), la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), bajo un modelo conocido como Reintegración en Entornos de Formación Productiva.

“Recibimos a 21 personas en proceso de reintegración de diferentes partes del país. Durante tres meses viven la experiencia de capacitarse académicamente. Avanzan en su proceso de formación del trabajo, desarrollando habilidades y competencias para que salgan a la vida civil a emplearse o crear su propia empresa”, explica Ronald García, coordinador de la ARN en Santander.

La dinámica del programa, que lleva haciéndose desde el 2014 en algunas zonas del Eje Cafetero, pero que llega por primera vez a Santander, busca que el campo vuelva a ser promotor de desarrollo, precisamente en una localidad reconocida por ser la principal productora nacional de cacao.

Con las actividades de instrucción se pretende alejar el fantasma del conflicto armado que en algunos participantes todavía permanece, para que puedan reintegrarse a la comunidad.

Desmovilizados cacao

El programa llega por primera vez a Santander, precisamente a San Vicente del Chucurí reconocida por ser la principal productora nacional de cacao.

“Hay que tener seguridad para tratarlos, sin buscar lastimarlos. Poco a poco se van soltando y nos van contando las experiencias que han tenido. Se asombra uno de las situaciones que pasaron. Han contado cosas que uno a veces no cree, pero que son reales”, declara Néstor Nieves Peña, instructor agrícola del centro de atención al sector agropecuario del Sena, entidad que se ha sumado a la iniciativa de reintegración con sus actividades de enseñanza.

En el sitio donde diariamente conviven los reinsertados hay cartas pegadas en la pared, artesanías y dibujos, hechos por ellos mismos. Están quienes apenas van a recibir su título de bachiller, otros que se asombran de los avances tecnológicos, pues ingresaron a la subversión siendo muy jóvenes y estaban aislados de los desarrollos

“Entré a los 16 años. Decidí irme porque estaba en un sitio donde los ingresos eran solo la coca. Así que me escapé, uno se cansa de tanta violencia, algunos nacen para la guerra, pero otros no. Hay quienes se quedan, pero uno se cansa de tantos bombardeos, correteos, la falta de ver a su mamá”, afirma David, quien permaneció casi diez años en las Farc, al tiempo que dice que su sueño ahora es conocer Madrid y encontrar trabajo para mantener a su familia.

La idea es que después del 15 de diciembre él y sus compañeros puedan empezar a emplearse, una vez hayan finalizado la estadía de aprendizaje en la granja, de donde salen con certificados y diplomas que les puedan ayudar a que las puertas del mercado laboral se les abran.

El principal temor que embarga a cada uno es la discriminación que lleguen a recibir por los actos cometidos

Sin embargo, pese a los esfuerzos del Gobierno por vincularlos a la sociedad, el principal temor que embarga a cada uno es la discriminación que lleguen a recibir por los actos cometidos.

Después de salir del entorno, no me gustaría que me juzgaran si alguien se entera que soy desmovilizado, porque yo sé que hemos hecho muchas cosas que son imperdonables (…) le temo a una decepción de uno mismo, regresar a lo mismo”, explica Pedro, reconocido dentro de la granja por usar una manilla de la que cuelgan un par de balas, las cuales sacó del cuerpo de sus dos mejores amigos después de que éstos cayeran muertos en combate.

Desmovilizados cacao

La idea es que después del 15 de diciembre él y sus compañeros puedan empezar a emplearse, una vez hayan finalizado la estadía de aprendizaje en la granja

La familia, la tranquilidad o un simple noviazgo, son las principales razones que lleva a estos sujetos a dejar las armas. Tomaron la decisión de forma independiente porque, indican, no están muy confiados con el actual acuerdo de las Farc con el Gobierno.

“Yo quisiera que todo fuera verdad, pero ese tema solo lo manejan los que tienen corbata. Las cosas las cambian, soy un excombatiente y sé cómo las manejan, para mí es una farsa, hay mucha gente que no va a permitir eso”, señala Yefri, ex miembro de las Farc, quien se muestra escéptico sobre lo que fue pactado en La Habana.

Redacción: CARLOS NEME MONROY
Enviado especial de EL TIEMPO
Fotografías: Jaime Moreno/ EL TIEMPO