El pasado 29 de abril se presentó “Viaje al interior de una gota de sangre”, parte de un proyecto del escritor Daniel Ferreira que consta de cinco novelas sobre la violencia y la historia de Colombia.
Los seres humanos, en su inmensidad y egocentrismo, han de olvidar que la otredad durante muchísimo tiempo fue un término para construir sociedad, por lo menos desde un punto de identidad y unidad. Colombia, en medio de sus diferentes modalidades de vida, aunque para algunos haya significado muerte, ha demostrado que la multiculturalidad está incluso en la manera de hacerse los ciegos por todo.
El libro Viaje al interior de una gota de sangre, de Daniel Ferreira, muestra una Colombia diversa que no sólo es narrada por el autor como un lamento constante de una guerra que suscita un trasfondo social, sino que hace que cada personaje y cada historia muestren lo que puede ser el diario vivir de un espacio que abandona el cemento y el afán de los días, como sucede en la ciudad, y se acomoda en los árboles y en los personajes cotidianos de un pueblo.
El autor juega con los rasgos distintivos de los personajes para hablar de cómo reacciona cada persona en Colombia. Aunque su historia no empieza con la guerra, termina mostrando en cada letra lo que puede ser la metáfora de gotas de sangre: un cura que se enfrenta con las balas y las miradas gélidas de los encapuchados y ese estupor para admirar la vida por medio del arte, como la pintura; un joven que demuestra su astucia por manosear el mundo desde pequeño y su habilidad profunda para descifrar el alma de las personas con leer sus rostros; una joven que, aferrada al recuerdo de su padre, se sumerge en el agua realizando fondeos para olvidar el manoseo inescrupuloso del mafioso del pueblo, que, como es natural en muchos de estos, utiliza la pobreza como excusa para llegar a cuerpos vírgenes con el color verde de unos dólares.
No es necesario situar la historia en un lugar específico de Colombia, porque la manera como el escritor escenifica cada espacio, y abduce al lector para que pueda situarse en cada plano, genera que cada sensación que tienen sus personajes lleve al lector a sentir el dolor del cañón, que no sólo traspasa cuerpos, sino que crea un silencio a través del papel. Aunque el dolor de la guerra se cuente a diario en la mirada de cada personaje (que viene siendo cualquier colombiano), sus heridas permanecen. No terminan. Por eso el título de la novela sigue retumbando indefinidamente.
La manera de sobreponer cada plano y organizar el lenguaje y las reacciones de las personas ante ciertas circunstancias muestra de frente una realidad moderna de lo que es ver pasar la vida de los demás, sin darse cuenta de que ese otro forma parte del mismo mundo y que, incluso, muchas de esas cosas hacen parte de una ceguera social. El escritor muestra esto con la madre de Delfina, que prefiere entregar a su hija al mejor postor, el rico extravagante del pueblo. La muestra, también, con la morbosidad inocente de unos niños que buscan ver la desnudez de unas chicas que suelen irse a bañar los viernes en las tardes. La deja ver con el afán de una madre por retener la precocidad de su hijo, que tan sólo con cinco años ya sabe leer y reconoce que en las pancartas del pueblo dice “to-dos-a-las-ca-lles-vi-va-el-pa-ro-del-o-rien-te-ni-por-el-mas-ni-por-el-me-nos-ni-por-el-pu-tas-re-tro-ce-de-mos”. La ceguera social aparece, asimismo, con la subasta de la moralidad y el imperdonable pecado de la Iglesia de sobrevalorar y celebrar la armonía de una mujer y pagar por ello en los reinados, en vez de buscar indulgencias para llegar al cielo con esos mismos dólares, y la rabia furibunda del creyente de Dios y también del mundo.
Viaje al interior de una gota de sangre hace parte de un proyecto del escritor Daniel Ferreira que consta de cinco novelas sobre la violencia y la historia de Colombia, que ha nombrado Pentalogía (infame) de Colombia.
«Es una novela sobre el destino colectivo. El destino colectivo es una matanza. Lo que yo quería observar eran los destinos individuales que avanzan a destino colectivo. Hay toda una época de matanzas en Colombia donde los destinos individuales se borraron por la barbarie, y eso ocurrió porque había fuerzas políticas que gobernaban la vida, y no eres dueño de tu destino cuando alguien quiere dominar tu territorio».
En esta novela, como en las otras, pareciese como si él fuese, además de escritor, un lector ávido de la vida, como si eso que pasara en sus novelas no fuera sólo en una población exacta, con dolores diferenciadores y con personas que han estados sumergidas en un mundo de dolor causados por la guerra o por algo de la ignorancia de las personas.
Esta obra hace retumbar en sus letras el dolor incesante de la guerra. Además logra crear la angustia de pensar en un futuro donde una población va a ser exterminada; esto sin contar que las personas no saben siquiera por qué deben acarrear con el olor y el color de la sangre que rodea todas las calles del pueblo, donde no se respeta ni lo moral, ni la edad, ni la ética de cualquier personaje. Ferreira lo describe así: “Viaje al interior de una gota de sangre es sobre un muro de la infamia pintado en una iglesia por un artista de pueblo. El muro es una denuncia pública de las matanzas que vive la región. Cuando los encapuchados lleguen a masacrar a la población, la historia dibujada se convertirá en la historia del libro. Es un gran fresco del que se extraen a primeros planos las vidas hipotéticas de quienes van a morir en una masacre”.
No sólo fue el muro de la infamia lo que el autor utilizó para hacer una denuncia pública sobre la guerra en el país. Utilizó cada personaje que es común en cualquier localidad, desde la autoridad moral y ética que es el padre de la iglesia, hasta las reinas del pueblo, que hacen pecar hasta al más puritano.
«Creo que la literatura podía explorar el universo de un instante de barbarie. La dificultad era expandir el tiempo narrativo para observar el antes y el después y la vida interior de los que iban a ser asesinados. Encontrar formas literarias para lo innombrable. Encontrar el punto medio de la tensión entre dos fuerzas de barbarie política. Una de extrema izquierda y otra de extrema derecha. La de extrema izquierda armada construida como un microestado que controla la vida y la economía de una región y mantiene el control con su simulacro de justicia y la aparición súbita de una fuerza de choque financiada por sectores económicos y políticos que desencadena las condiciones de la guerra civil. La guerra civil es un paréntesis, donde desaparece la justicia, las libertades, la equidad y todo tiende a la dominación: del cuerpo, del territorio y de las ideas. Otra violencia, la horizontal, se convierte entonces en el pretexto para la venganza, las delaciones, la revancha por viejas deudas, el destierro. Lo más difícil era captar esa atmósfera de todos contra todos».
El autor juega con la vida de cada personaje para demostrar que es una realidad intrínseca y que, en pocas palabras, la guerra y la muerte no hacen en ningún momento distinción de personas.
Desde el título del libro, el lector puede seguir un hilo conductor y darse cuenta de que el Viaje a al interior de una gota de sangre no se cumple al final de toda la novela, sino que se vive en cada párrafo y en cada vivencia de los personajes.
«Quizá la microhistoria sea una rama de la literatura. Una historia tangencial, un hecho aislado, una matanza en un pueblo puede reflejar todas las tensiones vitales, sociales, del orbe. Pero yo no escribo sobre la historia, sino sobre la memoria: lo que queda latente cuando la parcial mirada del testigo ha desaparecido».
Por cada letra que el autor puso en su libro, puso también la intensión de mover las mentes y denunciar, como se decía anteriormente, todo lo que pasa ante los ojos de las demás personas, que sin escrúpulos y encapsuladas en sus mundos no se dan cuenta de que la guerra no sólo se hace por actores armados, sino también por la ceguera social que se produce ante acontecimientos comunes.
En este libro no hay espacio ni para las sospechas, no hay tiempo ni para los rencores, porque a la hora de la muerte sólo son algunos quienes deciden qué tanto se vale, con cuántas balas se acaban los sueños y con qué pretextos se decide pasar a otra vida. El título pareciese que no se quedara sólo en una gota de sangre, sino que se sintiera como ríos que brotan por todo el texto.
Podría decirse, para finalizar, que Daniel Ferreira juega y provoca un reconocimiento del ser humano durante varias situaciones, sin importar la edad, la manera de moverse en el mundo. Y sobre todo muestra que, para el dolor de la muerte, para el tiempo del olvido, para la espera en el cielo, lo único que se necesita es estar vivo.